martes, 2 de agosto de 2016

ASTROFÍSICA, LUZ Y CONQUISTA ESPACIAL


Actualmente se utiliza la luz como medio para conocer la composición de los planteas que el telescopio Kepler encuentra, así mismo se utiliza para medir la distancia a la tierra, no sólo de los planteas del sistema solar sino también de los recién descubiertos.

Todo comenzó cuando Sir Isaac Newton hacía experimentos con luz y prismas, descubriendo la luz ultravioleta y la radiación infrarroja; cuando la luz pasa por un prisma, es defractada y se divide en 6 colores que la componen (rojo, naranjado, amarillo, verde, azul y violeta). A partir de dicho descubrimiento, se encontraron también una serie de vetas de color negro en las líneas de colores; dichas vetas se deben a la interferencia de las partículas subatómicas de los diferentes elementos químicos presentes en las estrellas y planetas.

Una serie de franjas de color negro sobre dicho espectro forma una especie de código de barras que corresponde a un único elemento. Es así como los astrónomos, utilizando la espectrografía, pueden afirmar con gran precisión la composición de los planetas, al igual que la distancia de éste a la tierra, método desarrollado por Edwin Hubble.


Para ir hasta los planetas que descubre la misión Kepler día a día, debemos saber a cuántos, cientos de miles de millones de kilómetros nos encontramos; del mismo modo en el que se pudo calcular la distancia a Jupiter para que la sonda Juno, lanzada el 5 de Agosto de 2011, llegó a la órbita de Júpiter el 4 de Julio de 2016; al igual que la sonda New Horizons tenía calculada la distancia, velocidad y posición de Plutón al momento de su arribo. Se mide el brillo del rojo y cuán corridas se ven dichas franjas hacia el rojo, lo que nos da distancias a más de mil millones de años luz.


PRECURSOR: GIORDANO BRUNO



Olvidado por muchos textos, él es uno de los precursores de la teoría heliocéntrica. Vivió en un tiempo en el que no había mucha libertad de pensamiento, máxime siendo él un filósofo, astrónomo y monje cristiano en la segunda mitad del siglo XVI.

Él, en medio de su deseo de conocer más sobre la creación de Dios, se atrevió a leer los libros que la iglesia prohibía y fue allí donde encontró De rerum Natura (De la Naturaleza de las cosas), del filosofo y poeta romano Lucrecio (99 a.C – 55 a.C.), un libro que contaba sobre un universo mucho más vasto y que el que la interpretación reduccionista que su iglesia hacía sobre su Dios.

Lucrecio le pedía al lector que imaginase que estaba en el borde del universo y disparaba una flecha hacia afuera; si la flecha continuaba su camino, sería un prueba de que el universo se extendía más allá de lo que parecía el límite pero, si la flecha no continúa y se estrella contra un muro, entonces ese muro debe estar más alá de lo que suponíamos sería el límite del universo. Ahora si nos paramos sobre ese muro y lanzáramos de nuevo la flecha, existen de nuevo solamente esos dos mismos resultados posibles: vuela siempre en línea recta hacia el espacio o golpea un muro sobre el cual nos tendríamos que parar para lanzar de nuevo una flecha; axiomáticamente se plantea así que el universo no tiene límites, el cosmos debe ser infinito, al igual que el Dios al que él adoraba. Para Bruno, le parecía completamente lógico pensar, creer en un Dios creador, infinito, de ese modo ¿cómo podría ser la más grande creación de Dios menor? Ciertamente fue un pensamiento, una creencia que no encontró mucha acogida entre los demás monjes y mucho menos a la iglesia. Sin embargo no fueron sus afirmaciones sobre astronomía sino sobre teología las que lo llevaron a ser expulsado de la iglesia y condenado a la hoguera por herejía en febrero de 1600 por la inquisición romana.

A la edad de 30 tuvo la visión más importante de su vida. Cuentan que un sueño, otros dicen que por iluminación divina, despertó en un mundo encerrado dentro de un cuenco envolvente de estrellas, así como promovía la iglesia de su época la idea del cosmos. Se armó de valor y quiso ver qué más había detrás del telón de aquel domo y esto fue lo que escribió sobre ese momento:
Abrí mis alas confiadas hacia el espacio y me elevé hacia el infinito, dejé detrás lo que otros se esforzaban por ver desde la distancia, aquí no había arriba ni abajo, no había borde ni centro, vi que el sol era sólo una estrella más y las estrellas eran otros soles, todos escoltados por otras tierras como la nuestra. La revelación de esta inmensidad fue como un enamoramiento.

Se convirtió en un evangelista que promulgaba el evangelio del infinito a través de Europa. Asumió que otros amantes de Dios aceptarían esta visión, por ser ella más grandiosa y gloriosa de la misma creación. Infortunadamente, no fue así, y terminó expulsado de Italia por la iglesia,los monjes Calvinistas lo expulsaron de Suiza y, los Luteranos de Alemania.

Más tarde aceptó una cátedra en Oxford pero las cosas no fueron muy diferentes, incluso entre académicos puesto que la visión que tenían sobre el universo estaba basada en el concepto tradicional del Dios “pequeño”. 

Fue lo suficientemente obstinado para volver a Italia donde, por obvias razones cayó en las garras de la inquisición y después de pasar 8 años encerrado, pasando por interrogatorios donde se rehusó a cambiar de opinión, fue condenado a la hoguera y murió.